MIS PROPIAS REFLEXIONES


UN DOCENTE NACE Y SE HACE...



Evocar mi experiencia como alumno me llena de nostalgia. Siempre fui una alumna aplicada, estudiosa y comprometida. En algunas oportunidades puedo sentir el olor de la merienda de la sala de cinco años, me veo jugando en el rincón del hogar, o al supermercado con la caja registradora de cartón que la seño había hecho especialmente para nosotros. La hora del patio era ansiosamente esperada. Jugar en el arenero era muy divertido. Y muy triste que te pusieran en penitencia, que te mandaran al rincón. Primaria era formar fila y cantar la canción a la bandera y muchas otras más que repetíamos en reiteradas veces al comenzar la rutina. Aprender a sumar, restar, multiplicar y dividir. Leer los cuentos de la selva de Horacio Quiroga. Correr por las rampas al toque del timbre o comprarme el pebete en el quiosco. ¡Qué rico que era! Jugar al elástico, a las atrapaditas y no ingresar al aula ni correr. El sufragio en quinto grado para aprender a votar, las películas de Disney el dia del niño, trepar por las paredes del playón, o pasar por debajo de las gradas. Los actos, las pruebas, y las lágrimas al recibir el satisfactorio. Las tareas con mi amorosa mamá. ¡Qué paciencia! 
     Secundario fue un gran salto. Mucho que aprender, mucho que estudiar, conocer nuevas compañeras y crecer. Pero ahí estoy yo, simpre aplicada, estudiosa y dedicada. Entraba a la una, pero me levantaba a las ocho para hacer las tareas. No porque me obligaran, sino porque me gustaba estudiar. Para mis compañeras era una traga. Siempre aprobaba, siempre tenía todo hecho. Copiar era un pecado y ni hablar de faltar el respeto o cuestionar a mis docentes. Abanderada desde primer año porque éramos la primera promoción. Me toco la bandera porque la alumna desde nivel inicial se había mandado un moco en el colegio fuera de la hora de clase. Era la chica 10. 
    El problema empezó en la universidad. Facultad de Lenguas. Cursillo de ingreso y todas malas notas. Con estudiar, hacer tarea y ser dedicada ya no me alcanzó. Fue una batalla. Padecí mis años de universidad más que cuando fui a parir a mis hijos. Eso me rebeló un poco. Me hizo cuestionar muchos aspectos y replantearme otros. Esa fue la partida de mi rol como docente. Empecé a enseñar inglés, a preparar alumnos para hacer algo aparte de estudiar y sacar malas notas. Y al enseñar en casa fui adquiriendo más dominio de lo que estaba estudiando y me relajé al mismo tiempo. Preparaba las clases, organizaba los cursos, preparaba alumnos y enseñaba a los que estaban interesados. La puesta en valor de mis conocimientos me ayudó a crecer y afianzar lo que sabía. Pero al mismo tiempo me fue alejando de la traducción y me hizo descubrir que me gustaba la docencia.
     Cuando me casé y la plata ya no alcanzaba ingresé al Instituto Saúl Taborda a trabajar de suplente. Y fue en esta escuela que pude finalmente descubrir que había nacido para enseñar. Al ser una escuela nueva cuya principal meta es dejar ser al alumno libre y al docente dar sus clases de manera creativa, pude desarrollar habilidades que ni yo misma sabía que tenía. Prácticamente fue como una liberación y una desestructuración de mi forma de ser. Comencé a expresarme, a crear, a descubrir nuevas formas de enseñar y de aprender. 
     Ahora que he hecho este recorrido desde la infancia hasta la actualidad, puedo ver que sigo siendo dedicada, responsable y estudiosa. Pero además soy una docente comprometida con su tarea. Siempre pensando nuevas y variadas actividades para que mis alumnos logren el aprendizaje.  


     Mis alumnos... tan especiales como únicos. Dentro de sus fortalezas creo que es importante mencionar su capacidad de resolución de las tareas, su espontaneidad, sinceridad y la capacidad de relacionarse con los demás. Dentro de sus intereses están los deportes, la filosofía, la música, la moda, la formación, la solidaridad... Creo que sus expectativas son un tanto limitadas, pero creo que eso corresponde más a cómo se ven ellos a sí mismos que las que nosotros como docentes ponemos en ellos. Le temen al fracaso, a no ser aceptados, maltratados, juzgados, incomprendidos, menospreciados, no respetados...



     El que menos conozco es un chico de apellido Ontiveros, que siempre está muy callado en la clase. No participa, se ensimisma y no interactúa con sus pares. Tampoco conozco a Lujan, una chica que ingresó hace muy poco y que todavía no ha logrado adaptarse al grupo. O no quiere. Me da la sensación de que no quiere relacionarse con los demás. Quiere diferenciarse del grupo y encuentra que esa es la forma. 

El que más me agrada se llama Conrado. Es un alumno muy sincero, simpático, seguro de sí mismo. Dice que va a ser abogado y siempre me sorprende con sus ocurrencias. Es muy decidido y práctico al momento de realizar las actividades. Comprador, alegre. También me agrada Juan Cruz. He hablado mucho con él sobre lo que le gusta y lo que no. Odia los días lunes y tiene muy buenas ideas sobre religión y filosofía. Me agradan Iara y Jazmín porque son aplicadas y responsables. Me agrada Tamara, me siento movilizada con ella. Es una chica con corte de cabello tipo rollinga, gusta de la música reggae, de porte importante, rebelde, discutidora, pero al mismo tiempo vulnerable. Se autodiscrimina y por esa razón se rebela siempre ante la autoridad. Pelea a menudo con la docente que trabaja conmigo y es la primera en quejarse para trabajar. Y, sin embargo, me agrada porque siento que detrás de ella debe haber una vida muy intensa. Me agradan Victoria y Lucía porque son muy autónomas al trabajar. Me gusta Valentín por su chispa y Oriana por su simpatía, siempre con una sonrisa. 
El que menos me agrada... no se si hay uno que no me agrade. Siento que a algunos no los comprendo. Me cuestiono su forma de actuar y me pregunto si serán conscientes de su potencial que según mi manera de ver está desperdiciado. Creo que serían los que me cuesta motivar o llegar a ellos. Entre ellos están: Sofía, Jazmín, Jonas...

No hay alumnos invisibles para mí. 


     "Dejar una huella en mis alumnos significa para mí una oportunidad de ser mejor ser humano y persona. Yo creo que somos en función de cada rasgo y acción de los demás. La subjetividad del otro va rellenando la propia y la va engrandeciendo. Como una manta hecha de cuadraditos que se van uniendo a través de la costura y la van formando hasta convertirse en algo más grande y más cálido, mi labor como docente se va formando de la unión de cada una de las huellas que mis alumnos van dejando en mí. Creo sinceramente que es una labor que se ennoblece con el intercambio en la interacción con el otro. El motor sería el deseo de crecer al ver crecer a los demás. Ver que el otro se agiganta y va siendo mejor persona en la humilde labor diaria me hace sentir orgullosa de mi ser docente. Creo que ayudar a otros a ser mejores personas es una sencilla forma de trascender. 

     Y es por esta razón que siempre pienso en las clases más creativas e innovadoras para tratar de llegar a ellos de alguna manera. Para tratar de conmoverlos, de hacerlos pensar, imaginar, crear, interactuar con el otro. Mi clase es una hermosa oportunidad de aprender cosas de la vida, en otro idioma, pero de la vida en sí misma. Jugamos, actuamos, leemos, descubrimos, creamos, hacemos hipótesis, buscamos respuestas, inventamos posibles respuestas, imaginamos... 
     Trato de ser el docente que me gustaría tener. Invento un escenario, transformo mi espacio para que todos estén cómodos, permito el diálogo con ellos y entre ellos, me permito escucharlos para saber que sienten y que desean, aprendemos para la vida, trato de comprender cómo se construye el conocimiento y se desarrolla la inteligencia, comprendo su realidad y habilito el aprendizaje colaborativo. 

     No se si me identifico con esta idea de deja una huella en ellos. Creo que es una idea muy ambiciosa. Me conformo con que me recuerden con cariño."




ACTIVIDAD: Recuperar la Bitácora 2 en la que les propusimos pensar en los alumnos reales:  ¿quién es el que menos conozco, el que más me agrada, el que menos me agrada, al que no puedo motivar, el que permanece invisible y escribir un diálogo imaginario con cualquiera de estos alumnos.


Yo: Es muy importante que realicen esta actividad denominada Evaluación Pestalozzi, ya que la misma ha sido pensada para que ustedes levanten su promedio en todas las materias.
Conrado: Pero, ¿por qué tengo que hacerla si yo tengo su materia arriba?
Yo: Porque es una instancia más de aprendizaje, me interesa que escribas sobre vos, tus gustos, hobbies, me interesa conocerte, ver cómo te expresas en el idioma inglés y porque, además, es una evaluación que la directora pidió para que ustedes mejoren su desempeño en general.
Conrado: Ok, pero tengo que hacerlo todo en inglés. 
Yo: Obvio. ¿Qué materia es ésta? Estoy segura de que podés hacerlo y muy bien.
Conrado: ¿Puedo hablar de lo que me gustaría hacer en el futuro?
Yo: Por supuesto. Podés hablar de todo lo que te identifica y te hace ser la persona que sos. Además, de esa manera es más amplio el número de tiempos verbales que vas a utilizar. ¿Qué te gustaría ser cuando salgas de la secundaria?
Conrado: Abogado
Yo: ¿Por qué?
Conrado: Me gusta defender a la gente. Trabajar por los demás, resolver sus problemas. 
Yo: Tenés perfil para eso. (en ese momento se me viene a la mente que lo he visto tomar partido por compañeros en dificultades, incluso un día defendió a la directora de la escuela diciéndole a un compañero que quería sacar el porcentaje de dinero que recauda en función de la cantidad de alumnos que tiene y Conrado le dice: "Eso a vos no te importa. Ella cobra pero está haciendo su trabajo. Siempre está trabajando.") 
Conrado: También me gusta mucho la política. 
Yo: Bueno, ojalá seas un buen abogado y un mejor político. Espero no te olvides de los valores que te enseñamos acá cuando estés allá arriba. Y me sigas saludando, ja ja ja. 
Conrado: Sí, profe. Usted sabe cómo soy. 
Yo: ¿Y tenés pensado formar una familia?
Conrado: Ni idea, profe. 
Yo: Bueno, de todo eso me gustaría que hables en tu autobiografía. ¿No te resulta interesante que te pidamos hablar de vos, en lugar de completar espacios en blanco con verbos?
Conrado: Puede ser. Igual, usted sabe que yo siempre cumplo.

Yo: Mejor así. A trabajar...


     Las preguntas que me interpelan en relación con mi rol y mi tarea en la escuela abarcan todos los tópicos mencionados a modo de ejemplo. 
     Si considero el tema del poder, siempre me cuestiono hasta qué punto mi rol ejerce algún tipo de influencia, ya sea positiva o negativa, en mis alumnos, padres, colegas, autoridades y personal a cargo de las diferentes actividades - secretarias, guardias, personal de limpieza. Ocupo un cargo, soy la profesora de inglés, soy la ñori (así les decimos a las seños en el Luz) de inglés. Uno a veces no es consciente del poder que tienen las actitudes, palabras y acciones que tenemos frente a los demás. Por eso siempre me cuestiono y pienso si estoy haciendo un buen uso de mi poder. 
     Con respecto al conocimiento, siempre me cuestiono si mis alumnos aprenden o no. Si les estoy enseñando o no algo. ¿Qué conocimientos les estoy transmitiendo? ¿Son interesantes para ellos? Si no lo son, ¿Cómo hago para que lo sean? ¿Qué actividades puedo proponer para motivarlos? ¿Planteo preguntas para pensar? ¿Se conectan con el conocimiento impartido? ¿Qué aportes hacen? ¿Cómo resuelven lo que les planteo hacer? Mi relación con esta área me lleva siempre a pensar actividades nuevas y creativas para ellos, recuperar nuevos espacios de realización, en diferentes tiempos y de diferentes maneras de agruparse. 
     El área de evaluación es un área que me interpela a evaluar el desempeño del alumno, pero sin olvidar que es una instancia que genera nervios y, a veces, bloqueos. En general, evalúo el proceso. Lo considero más importante que una evaluación formal. Pero no dejo de ofrecerles actividades de resolución individual o grupal, a carpeta abierta, con lista de verbos o resúmenes para dar un cierre al tema que estamos desarrollando. La evaluación para mí es una instancia de aprendizaje más. Los invito a reflexionar sobre lo aprendido y si no ha aprendido termina reconociendo que necesita un poco más de esfuerzo. Pero el alumno no se va desilusionado pensando que la profesora lo aplazó. Reconoce que no se esforzó lo suficiente y lo invito a explicarle nuevamente para que la próxima sea mejor. 
     El vínculo con el alumno es mi principal motor de autoexigencia. Para mí no hay aprendizaje si no hay vínculo con el alumno. Por lo tanto, es un must para mí generar instancias de intercambio con el alumno para entendernos. Hablo su mismo idioma y me intereso por sus intereses. Los escucho, los observo, los miro trabajar, no falto, ya que la continuidad es garantía de aprendizaje y de reconocimiento mutuo. Doy el ejemplo. 
     Con respecto a las oportunidades siempre me cuestiono qué oportunidades les estoy dando para aprender, comprender lo que estamos haciendo y cuantas oportunidades se dan ellos. Se lo cuestiono cuando no las están aprovechando. Hago evidente lo que no están haciendo bien. Y también me pongo en evidencia cuando fallo. Reconozco errores para que ellos vean el error como oportunidad de aprendizaje. 
     Con respecto a las diversidades, aceptadas o no, me obligo a pensar si estoy atendiendo a todos por igual. Trato de que la palabra inclusión sea puesta en valor. Si hay un chico con algún tipo de habilidad especial trato de acercarme a él. Pienso: ¿Qué tipo de actividades les ofrezco para que estén incluídos? Trato de que no permanezcan olvidados. Quiero que la palabra inclusión sea más que un mero desafío. 
     Pero también me interpelo sobre el futuro de las generaciones que tengo a cargo, su bienestar, la resolución de los conflictos, la oportunidad de más y mejores opciones de aprendizaje, la puesta en valor de sus derechos. 

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